Tengo que decir que jamás había disfrutado tanto en un concierto, y que pasados unos días no logro quitarmelo de la cabeza. Bruce Springsteen siempre me ha gustado, pero no se puede decir que estuviese entre mis favoritos.
Cuando me enteré del concierto me pareció una buena idea comprar la entrada, más que nada por el hecho de ir a un concierto del Boss aunque fuese por una vez en la vida y principalmente por tratarse de una leyenda en el mundo de la musica. Suponía que un concierto así nunca te puede defraudar.
El ambiente antes del concierto, la amenaza de la lluvia, las colas para entrar, la simplicidad del escenario (unas lámparas y un telón de fondo), el guiño con el que comienza el concierto con un trompetista tocando un pasodoble, el esfuerzo de Bruce en hablar en castellano, espero que esta noche no saquen los toros, el barro en la plaza, los músicos, los metales (absolutamente GENIALES), la complicidad de Bruce con los músicos, la entrega, el sonido, su voz, los cambios de guitarra, Pay me my money down, el silencio sepulcral de la plaza al cantar When The Saints Go Marching In... TODO, ABSOLUTAMENTE TODO.
Tardaré y tardaremos en volver a ver un concierto como este.
21 octubre 2006
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